martes, 17 de mayo de 2016

La masacre perpetrada por el Estado Colombiano el 16 de Mayo de 1984

Imagen tomada del Observatorio Óscar Salas

La masacre perpetrada por el Estado Colombiano el 16 de Mayo de 1984
Quien escribe estas palabras, hace tan solo dos años y medio estaba dando el discurso en la ceremonia de graduación de la décima promoción de bachilleres de Liceo Antioqueño de Bello, en éste desahogaba mi rabia porque me estrelle con una realidad atroz, la universidad y el conocimiento en mi país no es para toda su población sino para unos cuantos que pueden costear una institución privada o enfrentarse a la competencia excluyente y mezquina que ofrece la educación pública a una sociedad ya de por sí fracturada, y atropellada, una sociedad que para extranjeros del “primer mundo” resulta aún hoy sorprendente la desigualdad y la concentración de la tierra que se ha vivido y se vive en Colombia, la franja amarilla recuerda como la sociedad en la que apenas tenía 3 o 4 años de haber llegado, era y es una tierra en donde los tan mencionados derechos humanos y la tan “progresista” y “avanzada” Constitución de 1.991 sólo eran una palabras que conocía el “país político” mientras el “país nacional”  -diferenciación acuñada Jorge Eliécer Gaitán Ayala - solo  sufría la brutal represión que de los gobiernos emanaba para quienes se atrevieran a proponer otros modelos de sociedad, en que todos y todas pudiésemos expresar nuestra opinión sin ser amenazados, masacrados o descuartizados.
Eso lo supe en gran parte gracias a mis maestros de economía, política, filosofía , ciencias sociales y, en el último grado el de Física, pero en especial gracias a Marco Aurelio Fonnegra un veterano profesor sindicalista que no imponía el conocimiento, lo ofrecía y brindaba con el amor que solo puede hacerlo un pedagogo, serían éstos profes quienes sin tapujos ni miedos pero sí con mucha rigurosidad y profunda formación me mostraban que en el continente existieron dictaduras feroces que arrasaron con pueblos originarios y que estrangularon y electrocutaron a valiosos seres humanos que no solo gritaban la ignominia sino que la retaban a la democracia, al debate y en algunos casos la confrontaban.
Lo verdaderamente determinante de la enseñanza de estos profes no fue que se limitaran a un currículo o a un plan de estudio, lo verdaderamente trascendental y revolucionario de éstos es que me enseñaran a indagar no solo por la historia de otros pueblos sino también por la historia de mi propio pueblo, la historia sobre todo más reciente de la tan “antigua y estable” democracia que mata a sus maestros, que masacra a sus campesinos, que bombardea la dignidad y la resistencia y que perfuma todos sus discursos con la paz “cuando de  ella nos privan en realidad” “que pregona tranquilidad mientras nos atormenta la autoridad” como cantara Violeta esas bellas notas.
Finalmente estás palabras tenían la urgencia del sinsabor por parar, hacer un alto en el camino, porque no soporto que mientras los estudiantes colombianos soñamos con mejores futuros para nuestras familias, mientras construimos para una sociedad en paz, para una sociedad que pueda volver a soñar y de abrogar esa libertad en el doble sentido que nos ofrece el capitalismo, la de resignarnos o de morirnos de hambre debajo de un puente (Heinrich, 2008: 34), como perfectamente podemos ver sucede en nuestras calles de Medellín, porque en la ¡Universidad Nacional hubo una matanza!, una matanza a los sueños de liberación, de justicia social de una generación, porque el 16 de mayo de 1986 los estudiantes pobres de todos los rincones de Colombia recibían un mensaje distinto al emanado del presidente Belisario Betancur en su posesión el 7 de Agosto de 1982, donde afirmó descaradamente  “Que no se derrame ni una gota más de sangre de ningún colombiano”, hoy todavía se desconoce la sangre de cuantos colombianos soñadores, valientes y el crimen de lesa humanidad que significa matar el sueño revolucionario de los estudiantes universitarios por querer entregar a las siguientes generaciones una Colombia digna y con justicia social. Porque lo que ocurrió ese día no fue solo la masacre al estudiantado colombiano, sino también el sufrimiento de cientos de madres que no sólo no veían un futuro digno sino que además habían sido asesinados, desaparecidos muchos de sus hijos, para otras familias la situación precaria del campo o de la costosa y excluyente ciudad no hubo forma alguna de ayudar a sus hijos a cumplir con el sueño de una Colombia en paz.


0 comentarios:

Publicar un comentario

Seguidores

Twitter Delicious Facebook Digg Stumbleupon Favorites More

 
Powered by Blogger